viernes, 23 de agosto de 2013

Los ladrones viejos, leyendas del artegio

por Lila Nieto

Butacas: 25

Para quienes no se han enterado, ya contamos con el auspicio de un lugar a donde podemos invitarlos a debatir con nosotros. La noche de antier, miércoles 21 de agosto de 2013, comenzamos funciones en una nueva sede abierta al público: La Estación del Té.

La función de la noche: Los ladrones viejos, leyendas del artegio (Everardo González, México 2007).

Elegimos esta película por dos razones: la primera, que es una obra de arte. Es preciosa, elegante, perfectamente integrada y coherente, nostálgica, heróica, entrañable, profunda, romántica, tan absolutamente cinematográfica. Y es taquillera: consiguió acaparar 35 mil espectadores en su estreno, nada mal para una película independiente y documental. Lo tiene todo. Debería estar dentro de los primeros cinco lugares de las cien mejores películas mexicanas. Me gusta tanto que siento como si hubiera existido siempre, como una de esas películas que vi de niña y cuyas imágenes forman parte de mí, quizás en parte porque retrata la década de los 70, y me remite a los primeros años de mi propia vida. Tal vez un poco por el hambre que tengo de encontrar grandes películas mexicanas que no sean de la época de oro.


La segunda razón es que nos permitió contar a nuestro público un poco sobre el circuito de cine mexicano que llevamos en tres cárceles del Distrito Federal desde febrero de este año, una labor que hemos realizado con el apoyo de Imcine y la Subsecretaría de Sistema Penitenciario del DF.

Tristemente, ni Everardo González, el autor, ni Juan Manuel Figueroa, el editor, pudieron asistir. Pero su ausencia flotaba por el aire, como si nos acompañaran, añadiendo un poco más de misterio a mi fascinación personal por esta película. Aún así, la función fue un éxito: sala llena, proyección de alta calidad, un buen bocado de comer, mucha participación y, al final, brindis con un mezcal oaxaqueño que resbalaba como terciopelo.


 
El más gritón de los Gritones hizo la presentación de esta, nuestra función inaugural, y del filme en cuestión, un documental multipremiado que, en palabras de la crítica Fernanda Solórzano, "es único y extraordinario por dar la vuelta a los lugares comunes del retrato social: el sentimentalismo de base, la victimización de sus sujetos y la condescendencia que se hace pasar por empatía y solidaridad. No es que carezca de punto de vista, ni pretenda pasar por neutral. Es sólo que su mirada es primero cinematográfica y después todo lo demás."(1) O dicho en palabras del propio autor: "No me gusta el cine con causa, no creo en él. Creo en las buenas historias, sólo eso."(2)

La proyección comenzó al punto de las 21:00 con 25 personas en el público. Aunque les pueda sonar a que es poco, la pequeña sala estaba casi llena. Y es inconfundible la cara del espectador cuando disfruta la película: parece un niño olvidado de sí, un rostro a lo largo de un viaje, geografía de expresiones que surgen y cambian, las ocasionales risas y también los "tssssssss" y "aahhhhh". Hubo muy poco nalgueo en los asientos, otro signo infalible del éxito de la función.
 
La cosa con el documental, a diferencia de la ficción, es que los personajes sí se salen de la pantalla. Me recuerda la tormentosa relación de Truman Capote con Perry Smith, por ejemplo.  Es fácil perder la perspectiva, la cárcel es un lugar vampírico y obscuramente seductor. Y lo que sucedió fue que Los ladrones viejos hizo famoso a "El Carrizos", el encantador protagonista que según el cineasta "nos dio un mínimo dejo de revancha: ni siquiera un hombre tan poderoso como Luis Echeverría se libra de un robo."(3) "El Carrizos" salió libre durante la postproducción de la película, y aunque se hizo, digamos, amigo del cineasta, y aunque después volvió a la cárcel por robar de nuevo, el éxito que el documental obtuvo en festivales despertó la codicia del también llamado "Rey de los zorreros", quien afirmaba que Everardo se había hecho rico utilizando su imagen, y lo estuvo hostigando y amenazando durante un tiempo, incluso desde la cárcel, sin importar que el cineasta le había pagado un buen dinero por las entrevistas, que posteriormente le pagó la fianza en tres ocasiones, así como su parte de las regalías cuando el filme se exhibió, y que Everardo no se hizo rico. Aún así, el autor tuvo que andar un tiempo custodiado por policías para garantizar su seguridad, y acudió escoltado a recibir el Ariel a Mejor Documental. "Me ayudó a recordar que había estado tratando con un criminal, algo que francamente había olvidado." Finalmente, rompió totalmente la comunicación con el hombre cuya historia persiguió incansablemente y la rescató del olvido.

En el debate, no faltaron los comentarios obligados como, "Es que nosotros como sociedad somos corruptos, y mientras eso sea así, también el sistema lo será", o "Hasta lo dice el dicho, sin tranza no avanza". Al ver que la discusión no iba hacia ningún lado, mencioné algunos aspectos importantes, como la exhaustiva investigación iconográfica de la que se compone el espectacular montaje de Juan Manuel Figueroa, lo cual le valió también un Ariel, "¿Alguien se fijó en las escenas del primer largometraje del cine mexicano, El automóvil gris?" Pero nadie la ha visto, tendremos que proyectarla. Alguien dijo, "Es muy bonita la secuencia aérea de la ciudad en la que van pasando las épocas hasta la actualidad." Alguien más apuntó la excelente selección musical, que añade ironía en momentos clave y que es parte del testimonio de la época que retrata. En este momento el debate se empezó a poner bueno, porque resultó que dos integrantes del público eran policías, y contaron cómo la fuerza policíaca se ha ido profesionalizando, "Antes el sueldo era muy bajo, entonces los policías y los ladrones eran igual de pobres, podían ser vecinos del mismo barrio", y en la película esto se ve reflejado, los policías cuentan cómo a veces les tocaba ir a pie, o en camión, a patrullar su rumbo. "Ahora no digo que las cosas estén muy bien, sí hay corrupción, pero los sueldos son mejores, y también la exigencia, antes sólo te pedían la primaria para entrar de policía. Ahora hay policías con carreras universitarias, nomás que como no hay trabajo, pues luego andan de patrulleros normales". Me pregunto si los polis de los semáforos, o los que andan en bicicleta, piensan lo mismo. Acerca del documental, mencionaron un dato interesante, "A mí me tocó ir a Tlaxcoaque", que era el centro de detención del Servicio Secreto en esos años, "y sí existen en el sótano unas celdas con unos como pozos, así como los mencionan en la película". Otro remató, "Yo sí le quitaría algunas escenas largas", pero no dijo cuáles.
 

Lejos de arrepentirse de haber realizado esta gran historia, el director es consciente de que inspiró a muchos jóvenes a realizar documentales. Los ladrones viejos es ejemplo de un cine profundamente honesto cuya narrativa cargada de contenido y su fina manufactura se contraponen a la tendencia de mucho de lo que se hace en México actualmente, ficciones tan anticinematográficas en su contemplación, tan carentes de personajes dramáticos, que se centran en los momentos más vacíos de las historias que cuentan, o documentales que acaban siendo torpes reportajes cuyo único valor es la denuncia o la exploración social desde un punto de vista ajeno, sentimentalista y soberbio.

¿Qué piensa usted? Bienvenidos sus comentarios a esta entrada.
 
Los esperamos en nuestra próxima función de Cine Canero, aparten su lugar:
 
4 DE SEPTIEMBRE 2013
20:30 hrs.
 
"Las Poquianchis"
(Felipe Cazals, México 1976, ficción, 110 min.)
 
Estación del Té
Diego Arenas 233, col. Villa de Cortés
Al lado del metro Villa de Cortés



¡Griten fuerte!


Fuentes:

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